26 abril 2025

Stellantis asume parte de los aranceles: ¿jugada estratégica o error de cálculo?

La política arancelaria impulsada por el expresidente estadounidense Donald Trump vuelve a poner en jaque a la industria automotriz global. Esta vez, el foco está en Stellantis, el gigante automotor detrás de marcas como Jeep, Chrysler y Maserati, que ya comenzó a tomar medidas concretas frente a este nuevo escenario comercial.

A partir del próximo mes, entrará en vigor un arancel del 25% sobre los automóviles importados, lo que incrementará notablemente los costos de los vehículos en el mercado estadounidense. Este cambio golpeará con mayor fuerza a compañías como Stellantis, cuya producción en América del Norte depende en gran medida de una compleja red de proveedores regionales.

Según un informe publicado por Bloomberg, el jefe de compras de Stellantis en Norteamérica se comunicó la semana pasada con los proveedores para informarles que la compañía absorberá parte de los nuevos costos generados por los aranceles. Sin embargo, no se detalló cuál será el porcentaje o monto que la empresa cubrirá, lo que deja abiertas varias incógnitas sobre la magnitud real del apoyo.

El abogado Mitch Zajac, especialista en derecho automotriz y de cadenas de suministro en el estudio Butzel Long en Detroit, explicó que “podría tratarse de una evaluación de la criticidad de las piezas, o bien considerar otras fuentes de aprovisionamiento o planes de respaldo doble”. De esta manera, Stellantis buscaría mitigar el impacto financiero sin comprometer su cadena de producción.

Tampoco está claro si esta medida beneficiará a todos los proveedores o solo a un grupo selecto de socios estratégicos. Además, Zajac advirtió que el plan aún se encuentra en una etapa preliminar y que no se puede descartar que la empresa dé marcha atrás si las condiciones cambian.

Este anuncio llega en un momento de tensión para Stellantis, que ya ha comenzado a sentir los efectos de la nueva política arancelaria. La semana pasada, el grupo automotor suspendió temporalmente la producción en sus fábricas de México y Canadá. También se vio obligado a paralizar una planta en Estados Unidos, donde trabajan cientos de empleados, como respuesta preventiva ante la incertidumbre del entorno comercial.

La movida de Stellantis ha generado diversas reacciones en el sector. Algunos la consideran una jugada astuta para mantener la estabilidad operativa y preservar relaciones con sus proveedores. Otros, en cambio, la ven como una apuesta riesgosa que podría no ser sostenible a largo plazo si los aranceles se mantienen o incluso se endurecen en el futuro.

Mientras tanto, la industria automotriz sigue a la expectativa de posibles reacciones de otras compañías del sector y de nuevas decisiones políticas que puedan modificar nuevamente las reglas del juego. Lo que sí está claro es que Stellantis ha decidido no quedarse de brazos cruzados y busca ganar tiempo para adaptarse a una realidad cada vez más compleja.